Respuesta a Javier Cercas, y su artículo de opinión publicado por El País el 15 de marzo de 2025 con título “Nuestra patria es Europa”
Por más que lo proclame con exaltación retórica, Javier Cercas yerra en su afirmación: Europa no es nuestra patria. No puede serlo porque carece de los atributos que definen a una patria. La patria es el lugar donde arraiga la conciencia nacional, la historia común, la lengua que forja el pensamiento, la cultura transmitida de generación en generación. Es el hogar de un pueblo que, con independencia de sus diferencias internas, comparte una identidad política sustantiva.
Europa, en cambio, es un continente, un espacio geográfico de civilizaciones diversas, no una nación. Afirmar que Europa es nuestra patria es vaciar de sentido el concepto mismo de patria y reducirlo a un artificio político. ¿Qué significa exactamente “ser europeos”? Si, como sugiere Cercas, ser europeo significa defender la UE, ya no hablamos de patria, sino de un ente burocrático supranacional que desvirtúa la noción de nación y soberanía.
Una confusión interesada
Cercas confunde patria con Estado, nación con organización política. La patria está vinculada a la nación, y la nación es el sujeto político que, en su soberanía, puede dotarse de un Estado. La UE, en cambio, no es el producto de una nación, sino de un tratado entre Estados. No nació de la voluntad soberana de un pueblo, sino de la ingeniería burocrática de las élites políticas.
Por eso el llamamiento de Cercas no es a la defensa de una patria, sino a la obediencia a un aparato de poder. Lo que él propone no es defender a España, ni a Italia, ni a Francia, sino defender la UE, es decir, defender un Estado, no una patria. Pero el Estado no es un fin en sí mismo. El Estado, cuando es legítimo, es solo la herramienta política de una nación para garantizar su libertad e independencia. La UE, en cambio, no responde a ninguna nación concreta, sino a los intereses de las clases políticas que la dirigen, a espaldas de los ciudadanos.
El Estado, cuando no se somete al control de una nación, degenera en un poder irresponsable. Esto es lo que ha ocurrido con la Unión Europea, donde las decisiones fundamentales se toman sin que los europeos tengan un solo mecanismo real de control sobre ellas. Decir que “defender Europa” es defender la democracia es una ironía amarga, porque la UE no es democrática ni puede serlo mientras no exista un pueblo europeo soberano que controle sus instituciones.
Rusia y la hipocresía del europeísmo
Cercas clama que nuestra patria es Europa y que debemos defenderla contra los “matones” y “gánsteres” del mundo. Pero si Europa fuera una patria, entonces Rusia formaría parte de ella tanto como España o Alemania. ¿O acaso Rusia no es europea? ¿No lo fueron Dostoievski, Tolstói, Chaikovski o Solzhenitsyn? ¿Qué distingue a Rusia de Francia, salvo la voluntad política de excluirla?
El europeísmo de Cercas no es un proyecto de unidad cultural o histórica; es un alineamiento con un bloque político, con una estructura de poder. Si se tratara de defender la civilización europea, la Rusia de Pushkin y Tarkovski debería estar incluida. Pero lo que él defiende no es la civilización, sino la adhesión incondicional a un sistema político excluyente, que divide a los europeos entre buenos y malos según criterios de obediencia.
Decir que Europa es la patria, y excluir a Rusia de ella, no es un acto de defensa, sino de agresión. Es exactamente lo contrario de lo que se nos prometió con la Unión Europea: no la paz, sino la división; no la integración, sino la fractura.
Europa: de la civilización a la ideología
Europa, la verdadera Europa, es la cuna de la cultura clásica, del derecho romano y de la filosofía ilustrada; es la música de Bach, pero también la de Chaikovski; es la pintura de Velázquez, pero también la de Kandinsky y Chagall; es la razón cartesiana de Descartes, pero también la profundidad existencial de Dostoievski y la lucidez rebelde de Kafka. Es un legado cultural y espiritual que atraviesa fronteras y épocas, no un constructo burocrático nacido de tratados y reglamentos. Reducir Europa a la Unión Europea es como reducir la patria a la administración del Estado: una traición al espíritu creador que hizo de este continente el crisol de la civilización occidental.
Los europeos no necesitamos una manifestación “descomunal” para defender a la UE. Necesitamos una conciencia crítica para recuperar la soberanía que se nos ha arrebatado. Europa no puede ser nuestra patria porque la patria es la nación, y la nación es el único sujeto capaz de dotarse de un poder legítimo.
Quien quiera defender la patria, que defienda su nación.Quien quiera defender la democracia, que exija libertad política colectiva, porque sin ella los ciudadanos no seremos verdaderamente libres.Quien quiera defender la democracia, que exija representación política, separación de poderes y una justicia independiente, porque sin ellos el Estado se convierte en un instrumento de opresión al servicio de las oligarquías.
No nos pidan que llamemos patria a un aparato de poder, ni que confundamos nuestra libertad con la obediencia a Bruselas.
Lo que se esconde: La manipulación previa al sacrificio
Nada hay más peligroso para la libertad de una sociedad que la manipulación calculada de su opinión pública. Y en España, el principal instrumento de esta ingeniería de masas ha sido, desde la Transición, el periódico El País. No hay un solo momento clave en la historia reciente de nuestra nación en el que este medio no haya actuado como correa de transmisión del poder, guiando con hábil retórica las emociones del público hacia el lugar exacto donde los intereses de la oligarquía lo necesitan.
Hoy asistimos a una nueva maniobra, de una gravedad extrema: la fabricación del consenso necesario para la guerra. La estrategia es clara. Un editorial sugiere la urgencia del momento; un artículo de opinión la reviste de emoción patriótica; una encuesta fabricada a medida ofrece la ilusión de que la ciudadanía ya ha asumido lo inevitable. Y así, como en un lento proceso de hipnosis colectiva, se va preparando a la sociedad para el sacrificio. La consigna es simple pero brutal: “Europa o la muerte”.
El artículo de Javier Cercas no es un desvarío individual, sino una pieza más de este engranaje. Se nos quiere hacer creer que la paz, la prosperidad y la democracia dependen de una Unión Europea que solo podrá salvarse mediante la confrontación con Rusia. Se nos vende la guerra como una necesidad existencial, como el precio que debemos pagar para seguir siendo “europeos”. ¿No es esta la misma retórica con la que las naciones han sido arrastradas al desastre una y otra vez? ¿No es esta la misma técnica con la que los pueblos han sido llevados, con aplausos y banderas, al matadero de la historia?
La sociedad civil debe despertar antes de que sea demasiado tarde. Su enemigo no está en Moscú, sino en las instituciones que han secuestrado su voluntad política. No en el este, sino en las cancillerías que deciden, sin consultar a nadie, el destino de millones de personas. No es Rusia la que nos roba la democracia, sino el régimen de partidos que impide que la tengamos.
Si hay algo que defender, no es una Europa burocrática convertida en máquina de guerra, sino la única patria real que tiene cada ciudadano: su nación. Porque solo en ella puede aspirar a ser libre.